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Semillas de la soberania

Por: Nina Schwartzman, delegada a Oaxaca, México


¿Que haría falta para que una ciudad o una región en Estados Unidos prohibiera las semillas transgénicas en su comunidad? ¿Para decir que prefieren sus semillas tradicionales a las semillas que corporaciones les ofrecen? ¿Para cultivar la comida que desean y ahorrar las semillas, en lugar de depender de abonos químicos, pesticidas, y semillas comerciales?

Es difícil imaginar que esto pudiera pasar en EU, pero es exactamente lo que hizo una comunidad en el sur de México. Durante nuestra delegación sobre “El TLCAN, Campesinos y Justicia Alimentaria” en enero de 2014, visitamos a la pequeña comunidad de Capulálpam de Méndez, en el estado de Oaxaca. Allí, Teodoro, un campesino del pueblo nos mostró su campo y las variedades de maíz nativo que tenía creciendo en una ladera empinada. Él nos dijo que hace unos años el gobierno comenzó a fomentar el uso de semillas transgénicas a los campesinos. Aunque muchos de los campesinos de su región seguían sembrando sus semillas tradicionales, el maíz transgénico fue descubierto en un proceso de crecimiento en campos locales, es posible que el viento contaminó con el polen su maíz nativo.

Viendo esto como una amenaza a su maíz nativo, unas comunidades de la región se unieron y decidieron prohibir las semillas transgénicas de su región. Siguen sembrando las variedades ancestrales de maíz que han sembrado durante siglos. Teodoro nos dijo que el maíz transgénico es más grande que las mazorcas nativas, que tienen la característica de ser pequeñas, no obstante la gente de esta región montañosa prefiere saber de donde viene su comida y cómo se cultivaba. Prefieren hacerse cargo de lo que comen.

Señor Teodoro habla con el grupo sobre las variedades de maíz nativo y de la resistencia de la comunidades locales contra el maíz transgénico.

Otro grupo que visitamos, CAMPO (El Centro de Apoyo al Movimiento Popular Oaxaqueño) , ayuda a combatir la pobreza brindando apoyo a la gente para que puedan establecer pequeños huertos de invernadero para cultivar hortalizas, frutas y cereales para dar de comer a sus familias. Miles de oaxaqueños han tenido que abandonar la agricultura y han caído en la pobreza, en gran parte a causa de las políticas comerciales del TLCAN, que fomentan la importación del maíz barato de EU. Programas como los de CAMPO les alientan a reclamar su soberanía alimentaría para proveer algo tan basico, el alimento, para ellos mismos y para sus familias.

Pensando en mi comunidad en Baltimore, ¿tenemos control sobre de donde viene nuestra comida? La gente que quiere hacerlo y que cuenta con los recursos disponibles puede comprar comida en mercados y restaurantes orgánicos, o cultivar sus propias hortalizas en huertos comunitarios. Empero, la mayoría de los alimentos que están disponibles, sobre todo en comunidades de bajos recursos, es poco saludable y se produce en granjas industriales que contaminan la tierra y el agua. Las mismas políticas alimentarias que empujan el maíz artificialmente barato en el mercado mexicano también empujan comida dañina como McDonald’s y refrescos en comunidades como Baltimore, impulsando la obesidad y la diabetes. Irónicamente, muchos de los mismos campesinos mexicanos que han sido obligados a dejar sus hogares debido a la pobreza son los que hacen el trabajo difícil y mal pagado de cosechar y tratar la comida en EU.

La delegación me demostró que a pesar de tener situaciones muy diferentes, la gente en EU y en México enfrenta muchos de los mismos problemas, con raíces en las mismas políticas que promueven la agricultura a gran escala y las ganancias corporativas en lugar de la salud y el bienestar de la gente. Sin embargo, vimos también ejemplos de comunidades resistiendo y tomando control de su subsistencia y de su soberanía alimentaria. Vimos la esperanza, el poder de la gente y la importancia de la solidaridad más allá de las fronteras.

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