Por Jessica Garcia
Son las 9 de la mañana, es viernes y hace sol en Bogotá. No es un viernes cualquiera. Es el viernes 22 de septiembre de 2023 y es el día convocado para la primera mesa de diálogo interinstitucional con Olga Castillo, después de casi un año de protesta frente a la Embajada de Estados Unidos en Bogotá y la Cancillería colombiana, exigiendo justicia para ella y su familia. Han pasado ya 16 años de impunidad y silencio estatal frente al abuso sexual de su hija, cuando todavía era una niña de tan solo 12 años, por parte de militares estadounidenses en una base militar en Melgar (Tolima).
Casi un año estuvo Olga acampando frente a la Embajada, primero, y frente a la Cancillería después. Casi un año de protesta de una mujer frente a estos dos gigantes políticos exigiendo que la escucharan. Un año de frío, lluvia, violencia y mucha resistencia. El precio ha sido alto, muy alto. El cáncer de mama diagnosticado hace más de un año ha hecho metástasis en los pulmones. El tiempo corre y Olga también, correrá hasta que haya justicia.
El primer paso: la apertura de la mesa de diálogo
Estamos en una de las calles que conducen a la Casa de Nariño, el palacio presidencial en Colombia. En frente hay una valla y un soldado controla el paso. Olga espera sentada en el piso, mientras llegan sus compañeras de la Colectiva Olga Castillo. El dolor es insoportable. Le cuesta respirar, pero ni el dolor ni el cansancio le impiden moverse, quiere moverse, quiere llegar. Llegará, en unos minutos llegará al DAPRE (Departamento Administrativo de la Presidencia), y allí tendrá que ser escuchada. Las instituciones que la han ignorado y revictimizado sistemáticamente a Olga y su familia, finalmente, tendrán que escuchar y rendir cuentas.
Una vez pasados todos los controles burocráticos y, entre la emoción y la digna rabia, entre los nervios y el dolor, Olga llega la mesa de diálogo, detrás de ella va esta nueva colectiva de mujeres, nacida para abrazar a Olga y su lucha, no solo por su hija sino por todas las niñas y mujeres víctimas de abusos sexuales por parte de militares estadounidenses protegidos por Acuerdos de inmunidad, o mejor dicho, de impunidad.
Allí están casi todas las instituciones del Estado colombiano que por acción u omisión son responsables del proceso de revictimización sufrida por Olga Castillo y su familia estos 16 años. Finalmente, comienza lo que Olga ha reclamado a gritos, el reconocimiento.
Olga vuelve a relatarlo todo, desde la noche que su hija desapareció, el momento en que la encontró, la desesperación al enterarse que su hija había víctima de violencia sexual en la base militar de la fuerza aérea colombiana en Melgar, por parte de dos militares estadounidenses al servicio del Plan Colombia, Michael J. Coen y César Ruiz y la desesperación al saber que estos hombres estaban protegidos por acuerdos de inmunidad. Lo relata todo, todo el proceso de persecución e intento de silenciamiento sufrido a lo largo de estos años, donde sufrió siete desplazamientos forzados y cuatro atentados contra su vida.
Todo esto vuelve a contar Olga, una vez más, en la mesa de diálogo, como si fuese nuevo, como si no lo hubiese dicho en diferentes denuncias a lo largo de estos 16 años. Pero Olga sabe que ellxs saben, tiene las pruebas. Tiene copia de cada uno de los derechos de petición, acciones de tutela, denuncias realizadas, y se las muestra frente a cada una de las instituciones que hoy están aquí. Hoy vuelve a mostrarles todos esos documentos. Saca uno por uno y se los muestra. Lxs funcionarixs miran y escuchan en silencio. Por primera vez en 16 años, Olga está siendo escuchada.
Hoy, Olga vuelve a exigirles a todxs estxs funcionarixs, que están aquí en representación del Estado colombiano, una vez más, que ella, su hija y toda su familia merecen justicia, reparación y garantías de no repetición. Olga se pregunta y les pregunta: ¿acaso no somos ciudadanxs, no somos colombianxs?¿no merecemos justicia? Nadie responde.
El Estado es responsable
Cabe preguntarse cuál ha sido la responsabilidad del Estado colombiano en todo este proceso: ¿ha sido solo negligencia y falta de voluntad para dar seguimiento al caso? ¿ha sido pura incompetencia de lxs funcionarixs que atendieron a Olga en todos estos años? ¿O ha habido complicidad por parte de algunxs funcionarxs para encubrir este primer crimen de violencia sexual? ¿Qué pasa con todas las amenazas y atentados denunciadxs por Olga? ¿Qué rol jugó el Estado colombiano en todo esto?
No tenemos respuesta para estas preguntas, pero cada una de las instituciones que han estado en la mesa deberían estar preparadas para darlas y, si no, para buscarlas. Estados Unidos es responsable presionar a países alrededor del mundo para proteger a sus fuerzas militares de cualquier posibilidad de ser juzgados por crímenes cometidos en territorio extranjero, es responsable de no haber escuchado a las víctimas, es responsable de haber protegido a los dos militares de violar a una niña, es responsable de su indiferencia frente la lucha de una mujer que solo busca justicia.
Sin embargo, Colombia también es responsable, es responsable de haber aceptado la extensión de la inmunidad diplomática a militares estadounidenses, es responsable de no haber protegido a Olga, a su familia y a otras tantas víctimas de estas violencias y es responsable de la desidia o complicidad de funcionarixs colombianos en la persecución a Olga. Solo una investigación responsable y rigurosa podrá determinar estas responsabilidades. El Estado colombiano es responsable de esta investigación.
Todos los pasos: justicia, verdad, reparación y garantías de no repetición
Una semana después de la mesa, Olga está internada. El dolor sigue siendo insoportable. Sin embargo, esto también fue una lucha, conseguir una cama en el hospital Méderi fue una lucha. La Colectiva Olga Castillo denunció que Olga estuvo acostada en el piso durante más de 10 horas esperando por una cama. Fue necesario ejercer presión desde diferentes sectores para que su derecho a la salud fuera atendido.
No solo son 16 años de impunidad, son 16 años de revictimización, persecución, silenciamiento y una completa denegación de derechos hacia una mujer cuyo único crimen ha sido denunciar a dos militares estadounidenses por violación y exigir justicia para su hija.
Sin embargo, Olga no se arrepiente, a pesar del dolor físico está feliz de haber conseguido la mesa de diálogo interinstitucional, pero sabe que es solo el primer paso en la búsqueda de justicia. Quienes hacen parte de la mesa han asumido el compromiso de generar un espacio de diálogo regular para rendir cuentas del rol de todas estas instituciones a lo largo de estos 16 años de impunidad y dar respuesta a las peticiones de Olga Castillo por justicia, verdad, reparación y garantías de no repetición.
Queda por ver si estos compromisos son cumplidos, pero si ello no sucede Olga seguirá luchando y, si ella ya no puede, la Colectiva lo seguirá haciendo en su nombre y en el nombre de todas las víctimas de violencia sexual.
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