By Linda Harris
(Español abajo.)
My daughter Dawn and I knew Cuba would play with our expectations as soon as we landed. The female personnel at the airport was wearing conventional style uniforms but where their skirt hems ended they had on fishnet or other patterned stockings. It was socialism with a Latin twist. As soon as she saw them, Dawn said “I have to take pictures of that.” Cuba is a photographer’s paradise and it was the beginning of several thousand photos Dawn took while we were in Cuba.
We were surprised at the friendliness of the people toward us, thinking they might be angry at the U.S. for the embargo and all the problems it has caused them. But Cubans we met were able to separate the policy from the people and seemed very appreciative of those of us who are visiting their beautiful country. They feel encouraged that people-to-people interactions will make a difference to change opinions back in the US.
We had many, many experiences of the open-heartedness and generosity of the Cuban people. One experience that is representative to me is a visit we made to an elderly adult daycare center in Havana, an un-air conditioned and rundown facility. Two other delegates and I sat with some residents and using our rudimentary Spanish tried to make a connection. When we first sat down, one woman kept gesturing toward me. At first we were confused but then figured out that she wanted me to change from my hard-backed wooden seat to the flexible plastic one she was sitting on. It seemed so emblematic of the Cubans we met. Her first thought was one of graciousness and hospitality, wanting to offer me something, no matter how little she had. She did not speak English so we struggled through our conversations, finding out she had been a math and science teacher and now lived in her family household with eleven people (common because of the housing shortage). When I told her I had grown up in south Florida, she said her father was buried in Hialeah, Florida (the town right next to the one where I had gone to high school!), although she had never been to the U.S. herself. The reason for this circumstance I am sure is fascinating but because of the language barrier we weren’t able to ascertain the details.
Another side of Cuba that was apparent at the center was the Cuban love of culture and the arts. A woman stood up and read to the attentive group a poem by the great Latin American poet, Pablo Neruda; “No Culpes a Nadie” (Don’t blame anyone). This poem is about triumphing over circumstances, realizing that you are greater than your obstacles, and believing in your own strength. In Cuba, they call the senior years “the third age” so even as elderly citizens, these Cubans are reminding each other that despite hardships endured, people still have the right in this final age to feel empowered in their own lives.
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Por Linda Harris
Mi hija Dawn y yo sabíamos que Cuba iba a jugar con nuestras expectativas tan pronto como aterrizáramos. El personal femenino en el aeropuerto llevaba uniformes convencionales, pero donde los pliegues de sus faldas terminaban, tenían medias de malla u otras medias estampadas. Era el socialismo con un toque latino. Tan pronto como los vió, Dawn dijo: “Tengo que tomar fotos de eso.” Cuba es el paraíso para un fotógrafo y fue el comienzo de varios miles de fotos que Dawn tomó mientras estábamos en Cuba.
Nos sorprendió la amabilidad de la gente hacia nosotros, pensando que podrían estar enojados con los Estadounidenses por el embargo y todos los problemas que les ha causado. Pero los/as cubanos/as que conocimos eran capaces de separar la política de la gente y parecían muy agradecidos/as de que nosotros/as estuviéramos visitando su hermoso país. Se sienten alentados/as de que las interacciones pueblo a pueblo harán una diferencia para cambiar las opiniones en los EE.UU.
Tuvimos muchas, muchas experiencias con la generosidad y buen corazón del pueblo cubano. Una experiencia que es representativa para mí es una visita que hicimos a un centro de cuidado para adultos mayores en La Habana, una instalación sin aire acondicionado y descuidada. Otros dos delegados y yo nos sentamos con algunos residentes y con el uso de nuestro rudimentario español intentamos hacer una conexión. Cuando nos sentamos por primera vez, una mujer siguió gesticulando hacia mí. Al principio nos confundimos pero luego nos dimos cuenta de que ella quería que yo cambiara mi asiento de madera de respaldar duro por la silla plástico flexible en la que ella estaba sentada. Parecía tan emblemático de los cubanos que conocimos. Su primer pensamiento fue uno de amabilidad y hospitalidad, con ganas de ofrecerme algo, sin importar lo poco que tenía. Ella no hablaba inglés así que nos costó conversar, descubriendo que había sido una profesora de matemáticas y ciencias, y ahora vive en la casa de su familia con once personas más (común debido a la escasez de vivienda). Cuando le dije que me había criado en el sur de Florida, ella dijo que su padre estaba enterrado en Hialeah, Florida (la ciudad justo al lado de la donde yo había ido a la escuela secundaria!), a pesar de que ella nunca había ido a los EE.UU. Estoy segura que la razón para esta circunstancia es fascinante, pero debido a la barrera del lenguaje no fuimos capaces de determinar los detalles.
Otro aspecto de Cuba que fue evidente en el centro era el amor cubano por la cultura y las artes. Una mujer se puso de pie y leyó al atento grupo un poema del gran poeta de América Latina, Pablo Neruda, “No Culpes a Nadie”. Este poema se trata de triunfar sobre las circunstancias, al darse cuenta de que eres más grande que tus obstáculos, y creer en tu propia fuerza. En Cuba, donde llaman a los adultos mayores en “la tercera edad”, por lo que incluso como ciudadanos de edad avanzada, estos/as cubanos/as están recordándose los/as unos/as a los/as otros/asque a pesar de las dificultades sufridas, la gente todavía tiene el derecho en esta edad final para sentirse empoderados de sus propias vidas.
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